La entrevista al señor Marset
por parte de la televisión Uruguaya ha despertado una gran expectativa, por las
verdades o mentiras que sobre las autoridades bolivianas diría, sin embargo,
más allá de lo cierto o falaz del señor Marset, uno de los temas que preocupa
es el giro que ha dado la lucha contra el narcotráfico, a los gobiernos de
Estados Unidos y a la Unión Europea, poco les importa el tema del consumo de
drogas y han concentrado toda su lucha en atrapar a los capos de la droga,
sabiendo de antemano que la caída del capo de moda tiene su inmediato reemplazo
y nuevamente se reproduce el circulo vicioso de buscar por cielo, mar y aire al
nuevo capo de la droga.
Junto al nuevo
capo aparecen también sus historias de derroche, lujuria, compasión, humildad,
benevolencia y filantropía que la prensa rosa, rosada o de cualquier color
están listos para llenar páginas, entrevistas, reportajes y cuanto producto
mediático está a su alcance, pero el fondo del asunto que es el consumo, la
producción y el tráfico de drogas está cada vez más olvidada y arrinconada en
el baúl de los recuerdos, ya nadie habla de la erradicación de las plantaciones
de coca o del excesivo consumo de drogas, que es la verdadera causa de la
existencia del narcotráfico, se han olvidado de la responsabilidad compartida
de las grandes potencias consumidoras y los países productores.
Según el
informe mundial sobre las drogas 2022 de la oficina de las naciones unidas
contra la droga y el delito (UNODC), “alrededor de 284 millones de personas de
entre 15 y 64 años consumieron drogas en todo el mundo en 2020, lo que supone
un aumento del 26% respecto a la década anterior. Las personas jóvenes están
consumiendo más drogas y los niveles de consumo actuales en muchos países son
más altos que los de la generación anterior”, consecuencia lógica de lo
anterior la producción de drogas también se ha acelerado en la misma
proporción, con la diferencia de que las drogas sintéticas empiezan a ganar
cada vez un mayor consumo y protagonismo.
En cuanto a
la producción de cocaína, que es el tema que nos afecta directamente, el
informe de la UNODC, señala que “su producción alcanzó un máximo histórico en
2020, con un crecimiento del 11% respecto a 2019, alcanzando las 1.982
toneladas. Las incautaciones de cocaína también aumentaron, a pesar de la
pandemia de COVID-19, a un récord de 1.424 toneladas en 2020. Los datos
sugieren que el tráfico de cocaína se está expandiendo a otras regiones fuera
de los principales mercados de América del Norte y Europa, con niveles
crecientes de tráfico hacia África y Asia”
Todos los
estudios confirman que, en el campo económico, los países productores reciben la
menor parte de los recursos económicos que genera esta actividad, quienes más
se benefician, son los países consumidores donde las drogas multiplican sus
precios de manera exponencial, sin embargo, los capos de la droga siempre son
latinoamericanos y por ello la lucha solamente se libra en estos suelos con todas
sus consecuencias criminales.
Por otra
parte, el narcotráfico ha penetrado todas las instituciones policiales y de
seguridad que al final ya no se sabe quién es quién en los cuerpos de
seguridad. La relación política y
narcotráfico ha derivado, que hay gobiernos en total convivencia con esta
actividad, en nuestro país, la lucha contra los cultivos excedentarios de coca,
no solamente ha desaparecido, sino que se ha legalizado, la ley 906, Ley general de la coca de 8 de marzo de
2017 ha ampliado la zona de cultivos lícitos de siembra de la coca de los
yungas a la región del Chapare, donde todos sabemos que más del 97% de dicha
producción tiene como único destino la producción de cocaína.
En la lucha
contra las drogas, existe una lucha hipócrita, incongruente y contradictoria,
ya que mientras en los países más desarrollados el consumo esta legalizado y
permitido, en los países pobres y subdesarrollados, la producción es prohibida
y perseguida, el resultado de esta hipocresía e incongruencia es que en los
países ricos el problema del consumo de drogas es un problema esencialmente
médico, de tratamiento y rehabilitación, en cambio en los países productores el
problema es un problema económico, de desplazamientos poblacionales, de
delincuencia, ajustes de cuentas, corrupción, de falta de autoridad, de
financiación de guerrillas y asesinatos que han creados zonas rojas violentas
en el que la inseguridad personal de toda la población es alarmante.
Por ello es
importante reencaminar la lucha contra las drogas, en el que no puede haber
incongruencias ni contradicciones, o todos luchamos e ilegalizamos tanto el
consumo como la producción o todos nos planteamos seriamente la legalización
tanto del consumo como la producción, no puede haber medias tintas, ni desentendidos
en esta cruzada.
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