La aprobación de la Ley del oro, con 73 votos a favor ha
desnudado nuevamente la falta de previsión de los parlamentarios de Comunidad
Ciudadana (CC), que en la primera votación realizada al pasado viernes, en un
ejercicio inédito, votaron en blanco con el fin de distinguirse, según dicen, del
voto de los parlamentarios radicales del MAS, lo que dio pie a que el presidente
de la Cámara de Diputados declarará ilegalmente aprobada la ley en su etapa en
grande, ya que de 119 parlamentarios presentes en la sesión, 54 votaron por su
aprobación 24 por el rechazo y 41 votaron en blanco. De este resultado salió la
famosa frase “lo que ve se anota, como en el cacho” y que 54 votos afirmativos
eran más que 24 en contra, ignorando por completo la Constitución y el
reglamento de debates de la Cámara de Diputados, que señala que para aprobar
una ley se requiere mayoría absoluta de los parlamentarios presentes en una
sesión, es decir 50% más 1, en este caso se requerían 60 votos a favor de los
119 parlamentarios.
CC protesto enérgicamente por semejante atropello, lo que
derivo en repetir la votación en grande, pero esta vez el voto dejó de ser
nominal y se decidió que el voto sea de forma secreta, lo que derivó en la
aprobación de la ley del oro por 73 votos a favor y 45 en contra.
El voto secreto tuvo el efecto milagroso de transformar 54
votos a favor en 73 y los 24 en contra en 45 y los 41 votos en blanco en 0 y de
esta manera se aprobó por mayoría absoluta la ley del oro.
Pero detrás del milagro del voto secreto hay mucho más que
simples números, al parecer de los 24 votos en contra que eran de los parlamentarios
radicales del MAS, solamente quedaron 5 fieles y leales a las instrucciones de
los jefes de esa tendencia, sin embargo, es muy difícil saber a ciencia cierta
si los 19 votos que milagrosamente se transformaron, todos pertenecen a los
radicales o quizás en medio existe uno que otro de CREEMOS o incluso de CC,
aunque esto último es altamente improbable.
Esta votación esta revelando que el ala radical del MAS, esta
profundamente debilitada y que las lealtades otrora fundamentalistas y casi
ciegas, ya no lo son y al parecer lo único que los une es el miedo a las
posibles represalias de quienes dirigen este sector del MAS.
En el otro lado, el sector oficialista del MAS se encuentra
fortalecido, pero con la duda si dicho fortalecimiento es fruto de una genuina
adhesión a sus postulados o responde más a una cuestión de la falta de principios
de los que se cambiaron su posición en cuestión de horas.
Algunos parlamentarios estan denunciando que fueron maletines
negros los que obraron el milagro de la transformación del voto en contra en
favorable, denuncia que lo único que logra es mayor desprestigio y
debilitamiento de la Asamblea Legislativa y de la democracia representativa, porque
hasta el momento no han expuesto la más mínima prueba y no tienen el menor
empacho en repetirla una y otra vez.
Es importante recordar que cuando el MAS era parte de la
oposición y durante todo el tiempo que está en el ejercicio del gobierno, no se
ha cansado de desprestigiar a las instituciones democráticas representativas y
ha hecho todos los esfuerzos en que esa imagen negativa este presente todo el
tiempo en la mente e imaginación de los ciudadanos. Esto se debe a que la
ideología del MAS no es democrática, sino todo lo contrario, es una ideología
autoritaria y dictatorial que sueña en el colectivismo indigenista para
eternizarse en el poder, para el MAS la democracia representativa solamente es
un instrumento de acceso al poder, pero no un instrumento de respeto a la
constitución, a las leyes, ni a los derechos fundamentales de los ciudadanos.
El MAS rechaza la democracia representativa a la que la
califica de neoliberal y promueve la democracia participativa y directa como la
verdadera democracia, sin embargo, en la primera oportunidad que se hace un
ejercicio de democracia participativa y directa, como fue el referendo del 21
de febrero del 2016, cuyo resultado fue desfavorable a sus intereses, no la
acata y utiliza al poder judicial para anular la voluntad popular e imponer sus
ambiciones.
Los demócratas no debemos caer en la trampa del desprestigio de
la democracia representativa y deberíamos defender el trabajo parlamentario
como depositario de la soberanía de la nación boliviana, eje central de la
soberanía popular, con los límites y facultades que emanan del soberano y no de
la voluntad de lideres mesiánicos.
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